Hoy
me he levantado más liviano que anoche. No sé, me ha subido un cosquilleo desde
la punta de los pies, hasta instalarse en mi nuca. Y de pronto me ha dado por
reírme a todo taco, justo como uno de esos viajeros intergalácticos de
pacotilla que pasan en la tv los domingos en la mañana. Quizá hasta me convertí
en uno de ellos. No sé. Liviano, pero no libre.
Siempre
he pensado que la liviandad está relacionada con la libertad, bueno, lo pensaba
más bien hasta hoy en la mañana cuando desperté más ligero, pero no más libre.
En la sala, casi sobre el recibidor y frente al espejo del pasillo, un cuerpo
descansa con la cabeza gacha, las mismas ropas de ayer, y con la espalda
desgarrada. Lo sé, no lo he visto hoy, pero sé que está allí. Yo soy su
verdugo.