lunes, 26 de septiembre de 2011

Feel Good INC

Windmill, windmill, for the land.
Goes forever in hand in hand.
Take it all on you'r side.
It is kicking falling down.
Love forever, love is free, then it's just you and me.
Windmill, windmill, for the land.
Is everybody in?





Una de las mejores canciones que he escuchado, y posiblemente la que más me gusta. Gorillaz hace uso de una mezcla genial entre rapeo y voz melodica, creando una pieza maestra de su discografía. 

En general, el video hace una fuerte critica a la sociedad. Comienza con 2D y Murdoc dentro de una torre. dentro de ésta se encuentran todos los placeres y vicios que se hayan cotidianamente en la sociedad: Sexo, drogas, alcohol, entre otros. 
Luego, aparece la que a mi parecer es la mejor imagen del video, con Noodle en un molino de viento que es perseguido por helicopteros. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

Montserrat

 Segundo ejercicio de escritura en la clase de Escritura III con Carlos Patiño. 

Montserrat

De pie enfrente de la puerta de salida, dejó que el bus siguiera de largo por la parada donde debía bajarse, con la voz de su madre retumbándole en la cabeza, junto a otras tantas voces que no pudo reconocer. Se apretó y frotó las sienes usando la mano libre, mientras con la otra se aferraba fuertemente a una de los tubos metálicos dentro aquel vehículo.

La voz asquerosa y croante de una viejita rechoncheta y cargada de legumbres y frutas fue lo único que alcanzó a escuchar antes de que aquella mujer le propinara un codazo, y apartándolo, siguiera gritando. -¡Quítate, idiota! ¡Da permiso que uno si tiene que bajarse aquí, no como usted que se queda ahí parado mirando la puerta con cara de enfermo!- Le costó moverse, y como pudo se agarró del respaldo de un asiento para que la vieja verdulera tocara el timbre y con un frenazo, el bus se detuviera. 

El calor arremetía descomunalmente cuando el sol se posaba en lo más alto del firmamento, y las campanadas de las iglesias  se combinaban con el bullicio de pasos y vendedores.
Aquel carcacho metálico seguía virando entre las calles llenas de gente, emborronando las imágenes de las ventanas cuando lograba tomar velocidad, y luego deteniéndose estrepitosamente de tanto en tanto. Mirando por la ventana, Gabriel se sintió demasiado solo en medio de ese mar de gente y negocios.
Un atisbo de color verde entre tanto gris sorprendió a Gabriel, quien presurosamente volvió a moverse hasta la puerta, y con un dedo tembloroso tocó  el timbre. El chofer bufó al mismo tiempo que el bus, y con crujidos metálicos abrió las puertas.
Instantes después, con una mano presionando un sobre enfundado debajo de la camisa de cuadros, Gabriel atravesó las calles que lo distanciaban del parque, fresco y demasiado verde, que se encontraba cerca.

Oh, qué será...qué será...Que jura el profeta, canta el poeta, y están gritando en la maqueta

Se detuvo en la sombra de un gran árbol, recostándose contra la madera crujiente de éste y mientras 
 regulaba casi inútilmente su respiración, un cantico llegó hasta sus oídos.

Oh, qué será...Que me despierta por la noche, y me hace temblar, me hace llorar

Se giró rápidamente, aún presionando el sobre contra su torso, y a unos doce metros vio a un hombre ciego que cantaba. Sus canas plateadas contrastaban perfectamente con el color negro de su piel, y los ojos completamente blancos destacaban al estar tan abiertos. Apoyado contra un poste de luz, aquel ciego recitaba una canción que Gabriel no alcanzaba a reconocer, mientras mendigaba con sus manos juntas y apoyando el dorso de éstas sobre un carcomido bastón. A su lado, una chica se encontraba parada escuchándole sin que él se diera cuenta.
Con las últimas letras que llegaron hasta sus oídos, Gabriel tuvo que llevarse las manos a éstos y casi presionar sus sienes, mientras la mandíbula se tensionaba con el cauce desbordado de voces que afluían de nuevo a su mente. Por unos segundos, no escuchó nada más.
-¿Quien anda ahí? ¿Por qué me escucha sin ayudarme con una mísera moneda?- Las palabras del ciego llegaban hasta sus oídos cuando una mano tersa y suave lo sacó de aquel torbellino mental, únicamente con haber rozado su mejilla.
Montserrat estiró su otra mano y le devolvió el sobre, que con lo acabado de ocurrir, se había caído al suelo adoquinado.
-¿Qué, loco? ¿Entrenando los poderes mágicos o qué?- le dijo ella con una sonrisa al ver la cara pálida de Gabriel y luego lo abrazó unos momentos.
-Mucho tiempo sin verte, y justo hoy que nos encontramos de nuevo vuelve y me pasan vueltas raras- le respondió él con cierto aire de frustración por lo raro del encuentro y alegría de verla.
-No sabía de vos desde los tiempos en casa de Manolo, ¿recordas? Cuando nos pegábamos allá tardes enteras, tirados en el pasto de la colina. Y pensar que la semana pasada vi que lo llevaban al hospital- Dijo ella mientras tomaba rumbo a una banca de granito cercana. Al final, terminaron sentados juntos, con las sombras de los arboles apenas resguardándolos del sol.
-¡Ah! Pero ¿vos de qué te quejas? Si llevabas perdida días y días. Yo ya te hacia bajo tierra; enterrada con uno de esos cigarros que tanto te gustan.
-Y a vos lleno de hojas y hojas de libros, mano. Eso sí que sería una muerte bien sonada, ¿no?- le respondió Montse, casi llegando a no escucharse al haber bajado el tono de voz cuando notó la mirada de Gabriel puesta en un tipo de la esquina.
-¿Y a ese qué le pasa? Desde que llegué acá con vos nos está mirando.- Gruñó mientras seguía mirando al hombre que parado en la esquina, con un sombrero de pescador y una camiseta blanca manga sisa, vendía chances.
La mirada de aquel hombre perturbaba a Gabriel, quien pensando que estaban mirando a su amiga, sentía celos desmedidos y de a poco la sangre se le fue subiendo a la cabeza.
-Relájate te digo, hombre, ese lleva ahí mucho tiempo y seguro que no le pasa nada, solo tendrá mucho calor y alucina, o quién sabe. Da igual.- se giró la chica para poder hablarle de frente y con sus manos entre las piernas evitó que la tela del vestido se removiera innecesariamente. -Vení, mejor contame qué es esa vuelta que te pasa, ¿por qué ahora rato te apretabas así la cabeza?
-Voces, Montse, voces. No sabría como más describirlo. Desde esta mañana que me levanté las estoy escuchando. Si vieras que cuando me estaba arreglando fueron tan fuertes que no escuché a mi mamá despidiéndose
-¿Voces?- dijo ella incrédula. -pero ¿qué tipo de voces? ¿Así al estilo de las películas de terror?- se burló ella y luego retomó una actitud más seria.
-No sé. Siento que las voces me gritan palabras que he escuchado. Una que otra vez, y eso que han sido pocas veces, tengo la sensación de reconocer quien me habla. Pero luego pierdo completamente aquella certeza.
-Hombre, hombre- recitó ella fingiendo estar muy seria. -Esas voces te van a enloquecer.- Sonrió y luego se levantó de golpe de la banca donde estaban y comenzó a caminar, atravesando el parque. Gabriel la siguió mientras fruncía el ceño ante las burlas.
-Yo ya ni sabía que pensar, y mejor salí a darme una vuelta, aprovechando que tenía que entregar este sobre.- expresó él
-¿Gabo...esto...-titubeo ella sin dejar de avanzar- yo es que realmente no entiendo, ¿sabes? no entiendo porque te pasan estas cosas, tampoco entiendo porque llegué aquí hoy, si ni siquiera tenía planes de venir. Da igual. Fue una suerte venir, te encontré.
-Suerte la mía, Montse...Extrañaba poder hablar con alguien así como lo hago contigo-dijo mientras alzaba su mirada para verla a los ojos y luego la desvió rápidamente, buscando algo o alguien en quien fijarse. Al final su mirada terminó en un pequeño can enmugrecido que estaba tirado en el suelo al lado de un tarro de basura. Se le acerco con la chica apenas unos pasos detrás de él.
-Que suerte poder vivir como este animal, ¿sabes? El sí posee suerte. No tiene de que preocuparse más que de comer y resguardarse para dormir. No lo acosan constantemente los sentimientos, y creo que le daría igual escuchar o no murmullos en su cabeza. Ella apenas asintió pegando su rostro a la espalda de Gabriel, y mirando por encima del hombro de él al perro.
-Parece que está abandonado
-Seguro
Sin avisarle a la chica, Gabriel caminó hasta una de esas ventas ambulantes, y al cabo de un minuto volvió con un trozo de pan en la mano. Cuando llegó, lo partió a la mitad y le dio uno a Montse.
-Y seguro que también tiene hambre- dijo Gabriel, mientras estiraba la mano con la mitad del pan que le correspondía. Luego de unos segundos de duda, el can olfateo la mano de él, y seguido de un bocado se comió el trozo de pan. Sonrió mientras el perro le lamia la mano, como si estuviera agradeciéndole, y luego sintió como Montserrat se movía. Ella se acercó y estando en cuclillas abrió su mano con la mitad restante de comida, pero esta vez el perro se quedó mirando al frente, como si mirara el vacio y luego se escabullo rápidamente de allí. La chica se levantó y sin decir nada le devolvió el pan a él.
-A veces desperdiciamos lo que nos da la vida, esas oportunidades que se nos presentan y dejamos ir por, diciéndolo así, andar pensando en cosas del pasado...-atisbó a decir ella mientras retomaba en camino atravesando el parque. -Ahora que recuerdo, ni siquiera sé a dónde vamos.
-Se suponía que tenía que entregar este sobre, pero ya que, ya se pasó la hora de entrega, así que te propongo algo: vamos a la fuente de soda al lado de los cinemas y te invito a algo de tomar para que me cuentes de tu vida, Montse- agregó él al tiempo que la miraba de costado. -Ni creas que se me ha olvidado por ejemplo que te encantan las gaseosas. Y si, sé que me vas a decir que a mí los cuentos de Cortázar. -Sonrió él, al responder con lo que ella estaba a punto de decir. Luego,  se acercó, deseando tomarle la mano, y durante algunos pasos titubeo hacerlo, hasta que se decidió por fin, y estiró apenas un poco sus dedos, rozando los de ella. Justo en ese momento un fuerte dolor lo tomó por sorpresa.
Un choque eléctrico le subió por toda la columna vertebral y se instaló justo en su nuca mientras la vista se le nubló del todo.
-Vuelve aquí.- -Sin viento, y mira que vuela.- -No te detengas, ni siquiera porque ella te mire. Lánzala bien- -Ven, ven, pequeño.- -Que no se me olvide la cita de la noche...-Recuerda entregar las cartas -¡Fuego! maldita sea, alguien que nos ayude aquí, ¡ayuda!-
Voces y voces, y más voces retumbaban como tambores de una gigantesca comparsa, recorriendo los recovecos de su cabeza y escapando en forma de vapor por sus oídos, que tapados por las manos se enrojecían bruscamente.
La respiración agitada le cobró la cuenta y cayó al piso del parque, solo alcanzando a ver entre las copas de los arboles la parte más alta de la iglesia la Ermita a lo lejos.
-Respira...respira...respira...-La dulce voz de Montse era el único sonido que los oídos de Gabriel querían reconocer. -Ya, que estás muy viejo para estos shows, Gabo- le susurró ella y luego le escuchó una risita corta al ver como él abría los ojos.
-¿Me van a terminar internando sabes? Ya me enloquecí. ¡Agh!- se frotó los ojos para despejarlos y pudo ver los caminos de piedra del parque a su alrededor, la gente que pasaba a los lejos. Incluso vio una señora con un coche caminando por allí.
-Manolo...Me contaste que lo viste hace unos días, ¿no?
-Ni siquiera te has recobrado del todo del totazo que te diste, y ya pensando en algo que no tiene nada que ver. -Espetó ella -sí, lo vi apenas hace unos días, cuando lo llevaban al hospital. Por ahí me contaron que se fue con unos pelaos nuevos que conoció disque a jugar billar, y no sé a que hora  se le armo problema allá. Al final la vuelta termino en que se lanzaron botellas de cerveza de un lado a otro, y una de esas se estrelló contra el televisor del bar y la cosa esa le exploto a Manolo sobre los hombros.
Gabriel se levantó del suelo, se sacudió la ropa lo mejor que pudo, y volvió a enfundar el sobre justo en la cintura antes de hablar. -Montse lo acabo de escuchar. Me vas a decir que me chifle, que ya me se me soltó un tornillo, pero te aseguro que lo escuché. Yo si sabía algo de Manolo, y leí una noticia así parecida en el periódico, pero nunca lo supe de verdad.
-¿Seguro que fue a él a quien escuchaste? -
-Si
-¿Y recordaste lo del periódico o lo escuchaste diciéndote que se había herido?
-Ni una ni la otra. Solo escuché muchas voces y al final una me pareció que era la de él. Y gritaron fuego, muy duro, que necesitaban ayuda
-¿Y si mas bien fue que recordaste su voz en alguno de los tantos juegos de antes? De esos en la casa de él.
-¿Y si mas bien puedo darme cuenta de cosas que no he vivido? Mira, ahora que venía para acá, no llegué al parque porque si, llegué porque llevaba mucho tiempo pensando en ti, y estúpidamente las ramas verdes de tantos arboles me recordaron al verde del pasto en la colina, cuando nos juntábamos a diario.
-¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?- Preguntó Montse algo consternada y enternecida.
-Que me hubiera gustado poder escuchar entre tantas voces la tuya. -respondió él y luego agregó.-Ahora que caigo en la cuenta, la voz del principio era la de mi mamá diciéndome adiós, despidiéndose una de esas tantas veces cuando salía de casa hacia el trabajo.- Dijo Gabriel fijando sus ojos en el puente que los llevaría atravesando el rio. 
-Pues ya ves, me invocaste- Dijo ella.
-Pues me gustaría poder hacerlo más a menudo...-el tono de voz de Gabriel cambió y hablo más bajo. -extraño estar contigo, extraño las tardes en donde mantenía con ustedes dos, extraño no mantener metido en esa maldita casa, sin nada que hacer ahora que ya ni tengo trabajo. Sin nadie a quien visitar, porque ya todos están lejos.
-Vení, ya casi llegamos. Si mal no recuerdo es por aquí cerquita. -Expresó ella, y agarro a Gabriel de la mano para hacerle apurar el paso.-Si mi memoria no me falla, ¿vos no cojeabas antes, o si?- le dijo.
-Uhmm…no antes no, y ahora ya ni sé cómo fue que terminó doliéndome así el tobillo. Mira. -Se detuvo enfrente de la fuente de soda al decir esas últimas palabras y recostándose contra una de las paredes de un edificio cercano, se subió el pantalón hasta la rodilla y le mostró la herida del tobillo. En ese momento vio demasiada arrugada su piel, y con un chillido, sus oídos se destaponaron, y luego todo le llegó de golpe. Ruidos de camiones y taladros. La aspereza y el polvo de ladrillo de la pared donde estaba recostado. Se dio cuenta que eran las ruinas del cinema a donde pensaba llevar a Montse. ¡Montse! Pensó alarmado. Con la mirada la buscó en la que quería la fuente de soda, pero por más que miró solo encontró una vieja librería y un restaurante pequeñísimo en la otra esquina.
La respiración lo estaba traicionando de nuevo, y se llevó la mano arrugada y vieja hasta el pecho mientras lo sentía subir y bajar aceleradamente. Llegó hasta el restaurante y atravesó el umbral sin hacerle caso a la camarera. Encontró los baños al fondo a la derecha, al lado de una mesita con estatuas pequeñitas donde se podían ver un diminuto perrito, una capilla y un par de niños sentados juntos. Entró rápidamente al baño, y la imagen que se reflejó le hizo encorvar y sentir el peso de los años sobre él.
Salió con pasos muy lentos del baño, y con la mirada recorriendo el suelo buscó como pudo el asiento más cercano. La mesita con mantel rojo y un vidrio encima jugaba a reflejarlo de nuevo y Gabriel intentó evitarlo elevando su mirada de ahí hasta dar con la de la mesera.
Un café, y un lapicero, por favor, señorita. Si con mucho gusto, señor, ya mismo se lo traigo. ¿Dos de azúcar? Si, claro, gracias.
Dejó que el sobre reposara inerte sobre la mesa unos momentos y luego por fin se decidió a tomarlo. Con sus manos temblando y agarrándolo como pudo, rasgo de un lado a otro el papel. Sobre la mesa cayeron muchos más sobres pequeños, algunos ya denotaban el paso de algún tiempo. Tomó uno rápidamente y retiró la carta de su interior. Una despedida. Tomó otro. La misma historia. La tercera vez revisó a quien iba dirigido: Destinatario: Srta. Montserrat Alvarado.
Soltó el sobre y éste cayó encima de uno que no tenía destinatario.
-Señor, aquí está su café. Como lo pidió, con dos de azúcar. Y el bolígrafo también se lo dejo ahí.
Tomó el bolígrafo negro entre sus dedos, y mientras cerraba de a poco los ojos, escribió su nombre completo en el  destinatario.
Una despedida tras otra. Una despedida tras otra.