No puede haber un título más
acertado que "El futuro (ya) es lo que era", si queremos hablar sobre
Ciencia Ficción y Tecnociencia. Y es que, como lo plantea José Luis Molinuevo
en Humanismo y nuevas tecnologías, las tecnociencias han permitido volver realidad
aquello que, años atrás, solo se imaginaba en películas de Ciencia Ficción.
Molinuevo habla de la segunda
creación, quizá en términos similares a los que expone Paula Sibilia en su
libro El hombrepostorgánico; Molinuevo dice que la segunda creación se refiere
a las creaciones humanas y a las transformaciones del hombre mismo por obra de
las tecnologías. Es decir, procesos fáusticos y prometeicos que se enmarcan en
una sociedad que avanza descomunalmente hacia lo que podría ser una nueva forma
de vivir, el llamado Trashumanismo. Sin embargo, Molinuevo va más allá que
Sibilia y expone dudas acerca de este "Trashumanismo". Habla, al
igual que Teresa Aguilar, en Ontología Cyborg, de procesos en los que los
hombres traspasen el límite de la corporalidad biológica y se conviertan en
seres de mera información. Aguilar, habla de una actualización del concepto
filosófico de dualidad entre cuerpo y alma. Además de proponer la llamada
Self-transformation, que sería, en pocas palabras, la capacidad de dirigir, guiar
y motivar la autoevolución con fines definidos. No obstante, cabe aclarar que
los autores no se refieren únicamente a procesos en los que se intervenga
directamente a los seres humanos, sino también de creaciones, como dice
Molinuevo, In Silicio. Nuevas formas de "vida", creaciones con
inteligencia artificial que, más allá de procesos lógicos y racionales, también
experimentan y conocen los sentimientos.
Esto plantea, nuevamente, los
problemas de ética sobre la posición de creador equiparado a un Dios. La
posición del hombre como creador de vida. Lo dice Molinuevo en un apartado de
su texto Humanismo y nuevas tecnologías: "Detrás de la aparente ligereza
de estos planteamientos de Sloterdijk laten unos problemas que se repiten desde
hace siglos, como son la relación entre un dios perfecto y una creación
imperfecta y la responsabilidad moral del creador. Que pasan ahora a la
creación de seres artificiales/naturales por parte del ser humano."
Existen, pues, dos posiciones
(en términos generales) frente a estos avances tecnocientificos y los problemas
éticos que surgen de los mismos. Por una parte, se encuentran quienes
consideran el fin de la humanidad como un problema; que ven el futuro lleno de
creaciones dotadas de IA muy parecido a lo exhibido en la película Matrix.
Aquellos partidarios de este posicionamiento encuentran en los avances
mencionados la muerte de la humanidad, una desnaturalización de los procesos
como se los conoce hasta la actualidad, quizá. Mientras que por otra parte se
encuentran quienes, como Margaret Boden, encuentran en dichos avances
tecnocientificos una nueva forma de humanidad, una posthumanidad que, según
dice, siendo citada por Molinuevo, nos ayude a rehumanizarnos, puesto que nos
encontraríamos frente a frente a unos seres capaces de hacernos reflexionar
sobre nuestras propias vidas.
Teresa Aguilar expone en
Ontología Cyborg la Declaración Trashumanista del World Trashumanist
Association en la que, en siete apartados, se plantea la posición de este grupo
frente a las nuevas tecnologías, las tecnociencias de fines fáusticos y la
llamada Trashumanidad (que Molinuevo llama por su parte Posthumanidad). En
algunos apartados, por ejemplo, se expone el deseo de los Trashumanistas de que
no se bloquee el avance tecnocientifico a causa de fobias y miedos, pero que
tampoco se llegue a avances que terminen con extinguir la vida inteligente
sobre el planeta.
Lo dice Aguilar: "El
trashumanismo se plantea un ser trascendental, abstracto, puro, para lo cual no
necesita de un anclaje humano de tipo orgánico, sino que más bien éste se
resuelve en impedimento para la existencia postbiológica, por lo que se hace
necesario su supresión. El ser es así trascendentalmente tecnológico". Algo
muy similar a lo propuesto por Tom Maddox en su cuento Ojos de Serpiente, en
donde un ser llamado El Aleph (sin dejar de lado a Borges y su Aleph que permite conocer y ver
cada punto del universo), es el conocedor de todo aquello que le rodea. Desde
sentimientos hasta sensaciones. Este Aleph de Maddox no es definido como
máquina, pero tampoco como humano. Es,
quizá, la conformación de algo que va más allá y que autores como Molinuevo y
Aguilar dejan vislumbrar. Es una existencia post(tras)humana.
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