sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuento en 4

-Un ron con coca cola, haga el favor. Nada de Whiskey, que eso sabe como si uno se cayerá de cara a un bosque lleno de hojas muertas y raices podridas. Ya, deje así, ahí le dejo la plata.

Estoy harto de sentirme volver a ese puto lugar- Pensó.

Salió del bar arrastrando las botas, y se acomodó lo mejor que pudo la chaqueta. Le estorbaba tanta ropa encima y la maldita lluvia no cesaba ni un poco desde hacia horas.

Las manos le temblaban y por poco derrama aquella bebida que le encendia las entrañas. A lo lejos, divisó la calle 43. Sabia que ella estaría ahí. Con una mano dentro del bolsillo y la otra todavia sosteniendo el vaso, caminó directo, sin desviaciones ni atajos. Pasó debajo de luces de calle amarillentas, como esas de las peliculas en donde el tipo explota en toda su locura y asesina a cuanto ser vivo se le pasa por el frente.

No tuvo necesidad de tocar. Empujo en silencio y con cautela la puerta de madera vieja y enmugrecida para entrar a una salita diminuta, completamente roja y con la sofocante atomosfera de las velas aromaticas.

Verdad que usted venia- con voz siseante y baja, la delgaducha figura le respondió desde un lado del salon, sentada en un banquito circular y plateado. Tomó en su mano tres cartas y se las entregó. -Miré, no se demore, a mi no me interesa su historia, y los dos sabemos a qué vino- siguio la vieja.

Un bosque. Una mariposa. Una escalera. Apretó entre sus dedos las tres cartas, y vio de nuevo el espejismo ante sus ojos. Intentó beber un trago del licor dulce, y cuando el tacto de sus labios rozó aquel sabor, de lleno se sintió caer en medio de la penumbra.

Tiritando de frio, con los ojos bien abiertos y de todas formas viendo apenas a un metro de distancia. Sus´piró profundo, intentando borrar de su mente los sonidos en los arboles, y las imagenes monstruosas deslizandose a través de ellos en mitad de la noche. Intentó también relajar los dedos, pero era inutil. Con sutileza y gracia, la diminuta mariposa salio volando en su blancura artificial, y se llevo cnsigo las otras dos cartas.

Una vez más habia perdido.
Que asco el sabor a whiskey, me recuerda exactamente el mismo destino de siempre, el mismo puto bosque. Se pasó los dedos por los labios, y el sabor de las raices podridas lo invadio.

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