jueves, 6 de junio de 2013

Armadillos

Hoy comencé a ver armadillos. En la entrada de mi casa. Al doblar la esquina. Escondidos entre las rocas junto a las plantas que riega cada mañana mi mamá. Al principio pensé que me perseguían: de la nada, uno de ellos se enroscaba con un sonido metálico y rodaba hasta pasar entre mis piernas para después seguir su camino tan tranquilo, volviendo al jardín y convirtiéndose nuevamente en piedra. Yo, que hace un par de semanas confundí los ventiladores de la escuela con colibrís, ya no me asusto como antes. Ahora hasta duermo con un montón de baterías a mi lado, esperando que en mitad de la noche les de por convertirse en luciérnagas o estrellas y me dejen ver el cielo en el techo de mi casa. Si me leyeran sin conocerme, dirían que soy una niña de siete u ocho años, pero no; la siguiente semana cumpliré 53 y espero con todas mis ansias que las velitas del pastel se conviertan en cohetes para tener un cumpleaños por todo lo alto. 

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