sábado, 29 de septiembre de 2012

Infinitum


El pequeño Bruno había armado más rompecabezas que cualquiera de su barrio. Odiaba los rompecabezas. Su padre los amaba. Aún así, el pequeño Bruno ostentaba el récord entre sus compañeros de colegio, entre sus primos y tíos,  incluso, le ganaba a cualquiera de los compañeros de trabajo de su padre en la empresa de ingenieros civiles. 

Los rompecabezas eran de todos los tamaños: Desde diminutos de tan solo cuatro piezas, hasta gigantescos rompecabezas que con sus miles de piezas cubrían todo el suelo de madera. 

Uno a uno, pieza por pieza, armó todos los rompecabezas sin descanso durante años. Se desgastó la espalda, sintió la presión del suelo de madera contra sus rodillas y la mirada penetrante de su padre en la nuca. Su padre lo vigiló día tras día. El pequeño Bruno siguió armando rompecabezas, incluso, cuando los niños de su barrio jugaban fuera, bateando  pelotas de baseball o corriendo imparables, con los mechones de cabello al sol del verano o con la brisa del invierno pasándose entre éstos. Siguió allí, acompañado únicamente de una infatigable luz amarilla que le mostraba, sin cesar,  los manchones a juntar entre pieza y pieza. 

Un día, su padre murió. 

El único recuerdo que le quedó de él, al pequeño Bruno, fue una vieja y amarilla regla que reposaba encima de las cajas donde su padre guardaba los rompecabezas  terminados. Aquel día, el pequeño Bruno tomó la regla y la fracturó a la mitad sin remordimientos. Usó toda la fuerza que lograron sus pequeñas manos. Manos, que desde ese momento en adelante, pasarían a sostener brochas y pinceles, paletas y lienzos. Nunca más rompecabezas. 

Bruno creció en la misma medida que creció el frenesí por su nuevo arte. Pintó un cuadro tras otro. Devoró a brochazos todo lienzo que llegó a sus manos. Retrató, mediante manchas, cada imagen que se le pasó por la mente, y uno tras otro, fue acumulando sus cuadros en la misma habitación donde antes hacía rompecabezas. Los acomodó por tamaño, los organizó por color uno al lado del otro hasta alinearlos de manera tan precisa que logró formar una bella, esplendorosa y exacta imagen grupal. Terminó su ultimo rompecabezas. 

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